Regularmente, justo cuando los meses, los años o los
tortuosos lapsos académicos llegan a su esperado fin, cuando los planetas y las
satélites se preparan para dar media vuelta y moverse de regreso a su lugar de
partida, mi cerebro intenta sincronizarse con los movimientos astronómicos e
inicia un acelerado proceso de renovación. La retrospectiva, entonces, define
un agosto o un febrero aburrido, un 2014 tedioso o un semestre lleno de tiempo
perdido; los cuales, elementalmente, solo pueden ser reivindicados con nuevos
esfuerzos por volver a comenzar con el pie derecho—el pie de los grandes planes,
los viajes a lugares emocionantes y la diversión asegurada—y no patinar por el
camino resbaloso.
Ese es, básicamente, un resumen un poco idealizado de lo
que sucede cada vez que termino una etapa; no obstante, así como las esperanzas
de cambio marcan el ritmo de mis primeros pasos en cada camino que emprendo,
cada conclusión termina siendo, tristemente, digna de un alegre nuevo reinicio.
De allí que sepa, porque me conozco, que me tomará mucha concentración—ese
elemento mágico que nunca recuerdo agregar a mis proyectos—para continuar con
esta idea, que se manifiesta en forma de un pretencioso blog personal para
organizar y registrar los pensamientos que me asaltan en la camionetica de
vuelta mi casa, pero que olvido un par de días después, y las innovaciones
revolucionarias que usualmente descarto cuando recuerdo que tengo tareas pendientes.
Deséenme suerte.