30/12/15

La transición


Debo confesar que cuando pensé en la idea de crear una entrada para el blog que funcionara como una clausura a este año que finaliza mañana, no estaba muy seguro de qué temas podría abordar que fueran atrayentes o útiles en algún sentido para alguien, sobre todo porque, en general, es bastante complicado hacer que el relato de experiencias tan personales, como las que aparecen en este espacio, sean de algún modo relativo para personas distintas a mí. Al analizar un poco el tipo de publicaciones que con frecuencia aparecen en el directorio de blogs personales de Blogger y Wordpress para tratar de orientarme, aprecié que las resoluciones de año nuevo—cuyos tópicos raras veces se materializan o duran más de un par de meses—, los recuentos cronológicos de lo sucedido durante el año como sinónimo de una vida llena de experiencias interesantes y las enumeraciones de deseos para el mundo del 2016, apremian como las formas de publicaciones más típicas. En aras de hacer honor a mi visión simbólica de las cosas, he decidido entrelazar estas tres manifestaciones rituales de víspera de año nuevo, en la medida de lo posible y de la manera más propia que pueda. 

Siempre he pensado que las analogías sinestésicas, aquello de comparar las cosas con experiencias sensoriales, son una buena manera de hacer el panorama de nuestras vidas lo más comprensible posible para otros, en ese sentido, comenzaré diciendo que, así como nada describe mejor una tarde en la playa que un amarillo-naranja, nada describe mejor este año pronto a acabar, que el tono de azul que envuelve el cielo justo antes de reventar el alba, ese profundo azul glauco que se eleva en el preludio de todos los días y está siempre allí, cada mañana, como el símbolo de tránsito hacia la renovación. Este año ha sido como ese instante del amanecer: un parpadeo de contingencia previo a grandes cambios; un periodo de tránsito. 

Lo que he escrito durante estos últimos meses, en este blog o en el anterior—si es que alguna persona tuvo la oportunidad de leerlo—, da una buena definición de esa transición y de lo que este año representó para mí, no solo porque esas reflexiones, que se manifiestan luego de analizar cada nueva experiencia, se levantan sobre las huellas de sucesos emocional y espiritualmente significativos, sino porque, también, describen las enseñanzas que han generado los cambios que me permiten decir ahora que el Alejandro del 30 de diciembre del 2015 es uno totalmente distinto al que tuvo la oportunidad de vivir esta fecha durante el año pasado.

Muchas personas se han ido física y emocionalmente, emprendiendo sus viajes personales hacia porvenires distintos a los míos, a veces por la decisión de huir de mí o a veces por una necesidad imperiosa que rebasa sus deseos. Hasta hace unos días atrás pensaba que esas personas habían muerto, que su presencia en mi vida se había extinguido y que, del mismo modo, se había extinguido del resto del mundo; pero lo cierto es que, aunque me cueste asumirlo—o nos cueste asumirlo—cada individuo que parte, vive: una historia distinta a la que tuvieron conmigo, con escenarios distintos, con personajes distintos más interesantes, incluso, de lo que yo pude llegar a ser. A todos aquellos que se han ido, les dirijo mi más sentido deseo de que esas nuevas historias, valgan siempre la pena.

Esos individuos ahora lejanos, dejaron una sensación de vacío y ausencia que pensaba que no cesaría; sin embargo, este mes, con sus peculiaridades, me demostró lo contrario. Diciembre fue un mes especialmente particular, nuevas caras han estado donde antes estuvieron otras, nuevas formas de ver el mundo y verme a mí mismo se expusieron ante mí y nuevos retos empezaron a aproximarse haciendo sonidos fuertes. Pasó la fecha de mi cumpleaños, el temor que aguardaba por ser enfrentado, y aunque la capacidad revolucionaria de poder decidir sobre ciertas cosas se haga sentir como una falsa omnipotencia, me he dado cuenta de cómo sigo y seguiré siendo, por un tiempo más, ese niño desesperado por dejar de serlo. 

Todos se ha presentado como síntomas de transformaciones que se están gestando—azul glauco en el cielo que observo—, novedades a cuyo nacimiento ahora estoy atento, y que, aunque no sean tan tangibles como quisiera, aunque a mi alrededor nada se transforme, mejoré o empeoré, siempre que en mi interior sigan generándose cambios, todo afuera estará en movimiento.