Todos aquellos que nacimos después del necesario desplome
del Muro de Berlín y antes de los infames acontecimientos del 11 de septiembre,
definidos por la caída de los grandes emblemas de las generaciones que nos
precedieron, somos las células de la generación del Milenio. Existimos como
causas y efectos de la globalización que nos envuelve, habitando espacios
sobrepoblados, y nuestras figuras se minimizan frente a los rascacielos.
Es sintomática nuestra propensión a migrar hacia ciudades
colosales y a orientar nuestras miradas a los importantes sucesos del planeta, mientras
que las fronteras se expanden con rapidez y nuestras proezas se empequeñecen en
relación a las grandes hazañas de otros.
Quizá los medios o el internet, o nuestra deliberada
exposición al consumo de la información instantánea, nos han convertido en gente
sin pausa, sin la capacidad para detenerse a disfrutar de las cosas más
pequeñas, y, en mi caso, en cada intento de desconexión, me siento tentado a
exigir a la naturaleza—como si me debiera más a mí que yo a ella—un poco de la
velocidad y el desorden al que estoy acostumbrado.
Por todo esto, aquí en este punto, donde el maximalismo se
disfraza de su contrario, es bastante difícil prestar atención a los elementos
que dan forma a nuestro entorno y, más aún, apreciarlos por el corto periodo
que existirán en nuestra vidas; no obstante, como rituales de despojo, algunas
prácticas son capaces de retornarnos a los espacios de los que partimos, regresándonos
al lugar en el que todo lo mínimo es razón de sorpresa.
Y, aunque un par de días atrás no sabía qué responder a
una amiga cuando me preguntó—quizá muy confiada—qué utilidad tenía la poesía en
nuestras vidas, me doy cuenta ahora, después de reflexionar un poco, que tanto
la poesía como el resto de las prácticas artísticas cumplen precisamente esa
función: la de separarnos del nivel en el que se levantan inmensas edificaciones
y devolvernos al suelo donde crecen las flores.
Quizá, para mí, el arte es única salida para volver a
apreciar todas las cosas más simples.